Usted ya no es usted

Un artículo de Toni Fontán

En éstas horas de desencanto y ardor, se me vienen a la cabeza las palabras de un uruguayo cantor:

«Por mas que pasen los años
No olvide como empezó,
De aquel que lo aconsejó ,
Que le supo dar la mano,
De ese que es amigo ¡hermano!
Cuando flojo se sintió
Y acorralado lo vio
El se llegó hasta su rancho
Y le abrió un camino ancho
Por el cual usted escapó…»

Me rompió el corazón, Cobra. Quizás sea ésta la última vez que así le llame. Ya no por su partida, que también, sino por su impavidez, su frialdad altiva para irse sin tan siquiera mirar atrás, sin una explicación o un motivo aparente. Se va usted sin dejar tan siquiera una nota de adiós. Por ésto, y por algo más, usted ya no es usted.

Me recuerdo de su llegada, inmerso en la decepción en aquellas noches de verano, cuando apareció con su mirada clara y su foja maltratada pero impoluta. Y del impacto que causó en todos nosotros. Nos bastaron unos minutos para recrear lo que iba a ser su paso por el club con el escudo cosido en su pecho.

Nada de lo que sucedió en el idilio fue causado por quien hoy le arrebata de mi corazón. Nada.

Se me hace difícil transitar el camino que trazó para partir. Me lo susurraron al oído en varias ocasiones y a ninguna le di crédito alguno, porque creo más en la verdad del ojo que en la mismísima palabra pronunciada. La lengua divaga y tartamudea ante la verdad de una mirada.

«Amigos tendrá a montones
Por intereses creados
echelos siempre a un costao
Buscando buenas razones
Igual que a los chicharrones
Escurra muy bien la grasa
Y si un pedazo se pasa
Sáquelo en la espumadera
La lealtad es cosa sincera
Si de adoptarla se trata…»

Cuídese de los mercaderes, Piqueras. Le venderán amor con una mano en el hombro y el índice de rentabilidad en el otro. Será para ellos lo que fue Garrincha o Heleno de Freitas para los brasileños, una fuente de la que beber mientras emane agua y una molesta piedra cubierta de musgo cuando se seque. Ambos, Garrincha y Heleno, fueron venerados en su grandeza y arrojados al pozo del olvido en su declive. Es la ley del mercado, donde no hay índice que estipule su valía como persona, sino como mercancía.

«Y si de amigos se trata,
No se fije en el valor,
En la piel no esta el calor
Que en la amistad se desata,
El hombre no se destaca
Por su dinero o presencia,
Mas vale limpia conciencia
Que un traje recién comprado,
Mas vale viejo y gastado
Si adentro va… la decencia.»

La decencia, señor Piqueras, es un viaje sin paradas. Si se baja, no se vuelve.

Usted ya no es usted.

Hasta siempre.

 

Toni Fontán