Bullense y Abarán justificaron su papel de favoritos en ésta Phillips Preferente. Los locales demostraron su jerarquía. Los de Mapeka, una resiliencia extraordinaria que los deja cerca del gran objetivo.Fue 1-1, pero fue mucho mas que eso.
Han tenido que pasar varios meses para volver a sentir la efervescencia en nuestros vasos sanguíneos. El aleteo en el estómago, la falta de sueño, el pensar y repensar en lo que es, en lo que pasará y en lo que quedará.
Fue un espectáculo, con todo lo que ello conlleva.
El escenario, casi platónico, de una cancha que inhala y exhala fútbol desde sus cuatro pulmones. Que luce mayor, desmejorada, pero que conserva sus huellas digitales, tan manoseadas y extraviadas hoy en día, ¿no les parece? ¿Acaso una cancha como ésta no habla, no transmite, no genera? ¿No conmueve? Las Colonias es una loa al fútbol Murciano, cuna de poetas balompédicos que se difuminan en el tiempo y se convierten en arruga, vestigio de quien ha vivido, padecido y gozado.
Los directores,Mapeka y Tote, Tote y Mapeka, amigos antes del pitazo inicial y tras el final, pero que en los 90 minutos de contienda no se regalaron nada.
Fue como ver a Billy «The Kid» frente a Pat Garrett. Nada que ver el uno con el otro y sin embargo tan iguales, hijos del fútbol murciano, hermanos de profesión, enemigos íntimos que se respetan, se honran, mística del banquillo, que sólo los que lo habitan, lo conocen.
Abarán y Bullense. Personalicen a ambos clubes en dos ancianos rejuvenecidos, sentados en un banco con el sol pegando en sus sombreros, rememorando gestas, héroes que ya no están y los que están llegando. Intercambiando tácticas como el que cambia estampas, argumentando cada concepto con el libro bajo el brazo. La antinomia pura, ejercida a campo abierto. Epistemología del futbol debatida entre dos mentes privilegiadas.
Y en el verde césped, el ahora. Con sus máximos exponentes, lo únicos protagonistas: dos equipos de símil poder, capacidad y aspiración.
Un Bullense que salió desinhibido ante un Abarán vestido de «Mata-Hari», jugándose su ser o no ser, a sabiendas que una derrota prácticamente lo condenaba al terrible Play Off, sádico recuerdo que todavía baila en la memoria abaranera.
Claro, Mapeka fue consciente de todo ello. El DT rojiblanco no se movió de su idea, que lo ha traído hasta éstos prados, la antesala de la gloria, contra todo pronóstico, sobre todo los pronósticos de los escépticos.
Lo primero que saltó a la vista del bisturí de Mapeka fue la desactivación de Dani Cánovas. Zorro el técnico, que consciente de la impronta del centrocampista abaranero, le cortó las arterias de juego, y así el Abarán adoleció de esa fluidez que lo caracteriza.
Abarán se acercó en varias ocasiones a las inmediaciones de Ginés Guzmán, cosa lógica contando con munición gruesa en el ataque como Nico Rivarola o el tremendo matador de área, Javity. Pero tamaño calibre se topó con una zaga a su medida: el «Vasco» Aitor Gil y el «Beto» Alonso fueron dos cerrojos que sólo vía penal pudieron ser atravesados. Guardiola hizo efectiva la única concesión del «Vasco» en todo el partido.
El gol produjo una inquietud de poca duración. Y es que otra gran virtud de los de Mapeka es la pronta reacción que muestran ante situaciones adversas. Las heridas cicatrizan en minutos, y sólo diez necesitó el equipo de Mapeka para igualar el marcador, tras una genial acción de «Panchito» Villa, cazador al vuelo, gatillo fácil, la carta goleadora de un Bullense que cortó la baraja y dio de vuelta.
Abarán no tambaleó con el empate, lo que evidencia un carácter que justifica su candidatura a la tercera División. Javity, Guardiola y Nico Rivarola siguieron pisándole el jardín a Ginés Guzmán. Pisoteo que amenazó convertirse en expropiación tras la expulsión del «Rayo» Palazón.
El complemento no daba lugar a cobardes. Abarán sabía que en superioridad numérica tenía la obligación de salir a matar y así lo hizo. Mapeka no se achicó, e invitó a los suyos a ser osados en el ataque y generosos en la contención.
La merma numérica empoderó a los locales y reforzó las convicciones de los de Mapeka, por eso se dio un fabuloso golpe a golpe, no recomendado para cardíacos, donde pudo ser de cualquiera.
Javity tuvo las más clara, con un envenenado remate que escupió el palo vestido de milagro, mientras el Bullense se revolvió desde las contras con una etiquetada especialmente para Alí: El Africano, en la última acción del partido, con el añadido casi agotado, galopó sin oposición hasta la batida en duelo ante un desprotegido Verdejo. El yerro de Alí, insólito, fue obra de la diosa justicia, que no quiso dejar a nadie sin premio.
Fue justo, y fue un gran final que preservó la vida de ambos en ésta lucha. Perdón, en ésta hermosa lucha.
A falta de 21 puntos por jugarse, los de Mapeka le dejan toda la responsabilidad a los abaraneros, presos de su circunstancial pasado reciente y a cinco puntos de un Bullense que superó con creces la valla más intimidatoria en su caminar.
El podio de la preferente arde en su revalorización. Tres invitados para una cena de dos, en un final de campeonato que nos va a llevar al límite. Aguante corazón, aguante.