Peleadores natos

El Bullense juvenil igualó 1-1 ante su par de Ranero en un duelo electrizante donde se repartieron el timón, las chances y los goles. Los rojiblancos pegaron primero y el Ranero empató en su apogeo. Fue justo.

¿Alguien recuerda la escena de Rocky II, cuando Rocky y Apollo Creed caen simultáneamente a la lona? No distó mucho aquella emotiva imagen del film de Stallone con el duelo que tuvieron Bullense y Ranero en el Nicolás de las peñas.

Es duro el Ranero. Ya lo sufrieron los juveniles no hace mucho en éste mismo escenario, aquella vez con el plantel de División de honor. Pero no se engañe, éste Ranero de liga nacional también es duro, va para adelante y es paciente para hacer daño.

Y sonó la campana y ambos empezaron a atacarse. ¿Resguardarse? Para nada. El visitante puso a trabajar a Vivo desde bien temprano, obligando a éste a estirarse tanto por abajo como por arriba. Campoy ensambló la baja de Kiko con la entrada de Antonio Egea, que a pesar de su irrevocable perfil de extremo puso el alma para ser autosuficiente en el lateral zurdo. (Qué momento atraviesa este muchacho!)

Otro que está en un momento formidable es Fran, que otra vez volvió a ser determinante con sus galopadas y su sapiencia a la hora de gambetear y definir. Si usted revisa el manual de «Delantero centro» verá que hay un apartado explicativo sobre cómo gambetear la marca con tu pierna «boba» y definir con la otra al palo largo de arquero. Se doctoró Fran. Golazo.

El complemento se presumía reñido, y fue mucho más que eso. Así como el Bullense tuvo un gran primer tiempo con las mejores chances (Y el gol), el Ranero salió decidido en el complemento y empezó a someter al mediocampo rojiblanco, a la defensa y al propio Vivo, que se vistió de héroe para tapar un mano a mano tre-men-do. Y cuando no fue Vivo fue Paco Jiménez, que se hizo gigante robándole la cartera y el grito de gol al delantero visitante, ya relamiéndose éste ante la salida desesperada del 1.

Campoy movió el banco y el espíritu, y los mandos se desataron en un toma y daca donde pudo ser para cualquiera. Fue para el Ranero, que a poco del final logró su merecido empate con una gran jugada, adornada con pase de la muerte y definición en el segundo palo.

Punto que vale, punto que suma, porque enfrente había un rival de jerarquía y porque los de Campoy supieron contrarrestar todas las situaciones que se presentaron.

Y de paso, mención importante, dieron un gran espectáculo. Eso le dió brillo al empate y al aplauso final.

 

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