Recuerdo leer un artículo en uno de los periódicos deportivos de tirada nacional, allá por el 2009, una frase del gran Luis Aragonés: «En el Atlético, cuando Schuster cogía la pelota, en el banquillo pensaba: «A la izquierda! Pásala a la izquierda!», y el Alemán tocaba a su izquierda. «Dala arriba! Arriba!» y el alemán lo buscaba a Paulo Futre.
Con Xavi (Hernández) no era así. Con Xavi yo pensaba «Ahora! Pasala Ahora!», pero Xavi caracoleaba, levantaba la cabeza y encontraba un hueco que a mí ni se me habría ocurrido. Yo pensaba una jugada y el ya tenía otra, mucho mejor que la mía, y la ejecutaba a la perfección.»
Esto quiere decir que un pensamiento táctico, cualquiera que sea, necesita de un jugador de excepción que realmente lo sepa interpretar y ejecutar. Es ahí donde nace el Artista! Porque una cosa es el sabio que domina la ciencia creada, y otra distinta, el artista que la recrea y reproduce. Una cosa es la razón, que sabe distinguir; otra el corazón, que intuye y unifica. Es por eso y no por otra cosa que…el corazón tiene razones que la propia razón no entiende!
Existe una forma de conocimiento no racional, que conoce lo que la razón desconoce, conocida como «Esprit de Finesse»: la razón del corazón, la intuición directa, que penetra ahí donde la deducción no llega. Ésta virtud, atesorada por los grandes genios del fútbol, no es otra cosa que la capacidad de expresar con los miembros menos obedientes de nuestro cuerpo (Las piernas) las obras más magistrales, que destrozan tácticas consolidadas y las reducen a simples dibujos infantiles.
El fútbol es arte, y quienes lo interpretan con maestría lo hacen desde lo superfluo, lo etéreo, con ese don de procedencia anónima que va incorporado a su ADN.
Garrincha, aquel pájaro loco brasileño, tenía una pierna más corta que la otra, y una rodilla que apuntaba en dirección contraria a la otra. Aquel defecto fue virtud, e hizo de Garrincha uno de los gambeteadores más geniales de la historia del fútbol. Hizo de su complejidad una capacidad. El «Esprit de Finesse» en su máximo apogeo: Genialidad que penetra donde la deducción no llega.
Toni Fontán