El Bullense juvenil le hizo frente al puntero del campeonato. Primero supo contenerlo, después se animó a atacarlo y terminó en su arco perdonándole la vida. ¿Quien dijo miedo?
Son jóvenes pero corajudos los muchachos de Campoy. Conscientes del rival al que visitaban, se conjuraron a sacar algo positivo en una de las canchas inmaculadas hasta el momento. De hecho, la UD Guadalupe como local no había hecho otra cosa que ganar y ganar, casi siempre por goleada. De ahí su privilegiada situación, en lo más alto de la tabla.
Decimos que no son ingenuos porque de entrada se aplicaron en desactivar el juego local, y lo hicieron con una suficiencia pocas veces vista en el transcurso de esta liga. Uno se paraba a mirar a ambos conjuntos y sobresalía la evidente diferencia de edad: Guadalupe con muchos juveniles de tercer año, picantes, mañosos, de gran envergadura, contra un Bullense lleno de pibitos, bajitos, algunos todavía con la mirada inocente de la floreciente adolescencia.
Chiquitos que apenas arrancado el cotejo fruncieron el ceño y empezaron a lastimar a un Guadalupe permisivo, por momentos apático, quizás algo confiado, pero prontamente espabilados por el desparpajo de los pibes de Campoy.
Sólo había que pararse a contemplar al punta local para ver la evidencia de la dinámica en la cancha: Desquiciado estaba el goleador, que pateaba, discutía, tiraba golpes al aire, insultaba. Y los pibes? Los pibes a lo suyo, a buscarle la debilidad a un rival confundido, que de a ratos se encendía pero que no generaba mayor peligro.
Y así, con el 0-0 que soportó algún embate del local vía aérea, los de Campoy empezaron a profundizar su juego y olieron la sangre. El rival, el puntero del campeonato, era de carne y hueso, sangraba y dejaba espacios. Llegaron entonces los mejores minutos de un Bullense resuelto a pegar el tiro de gracia.
Fue el azar, o vaya a saber qué cosa, lo que le negó a Paco Jiménez el gol de la victoria, jugandose ya las instancias finales. El cabezazo del central, en el area chica, se fue apenas rozando el palo y la victoria. Una lástima, porque si bien el empate hizo justicia, no hubiera sido una locura que los de Campoy se llevaran el partido, un partido que evidenció las carencias del líder y los atributos de un Bullense irreverente, sin complejos, que cuando logra orden y solidez posee armas para plantarse ante cualquiera, mirarlo a los ojos e ir a por su cabeza.
Fue empate pero fue mucho más que eso. Fue un punto que suma en la tabla, en la autoestima y en la esperanza. Fue un punto extirpado en terreno prohibido y ante un rival de muchos quilates.
Caravaca espera. Se viene un clásico caliente, y con éstos pibes nos tiramos de cabeza.
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