El Juvenil rojiblanco volvió a caer en condición de visitante y sigue arrastrando un karma que lo tiene al borde de la intrascendencia. Se terminaron las chances, ahora hay que poner el pecho.
Otra derrota que amerita una profunda reflexión. ¿Estamos para optar a algo más? ¿Hay equipo? ¿Nos conformamos con lo logrado hasta aquí?
Desde éste espacio rompemos una lanza y aseveramos que éste equipo no ha tocado techo, todavía. Claro, dos derrotas consecutivas y holgadas dejan una sensación de desamparo que afecta de manera profunda, sobre todo a quienes estamos convencidos de que éste joven plantel tiene mucho más para dar.
Es innegable, eso si, la dependencia que arrastra con algunos jugadores, que si no están en su mejor día, contagian al resto del equipo. Es lo que tiene ser referente adentro del vestuario, que la responsabilidad es doble, que la influencia es crucial, y que su ser o no ser en el partido resulta definitivo para el resultado final.
Así, jugadores cerebrales como Vicente, centrales contundentes como Ginés Espín, o laterales circunstanciales como Paco Jiménez cargan a sus espaldas una doble tarea, la de cumplir con su función, y además sonsacar lo mejor de sus compañeros, algunos todavía muy jóvenes para asumir galones, para gestionar emociones o para calibrar los momentos del partido.
Si figuras como ellos, por diferentes motivos, no brillan en todo su esplendor, el equipo se resiente de manera notoria, especialmente de visitante, como ya sufrimos en varias ocasiones.
Hay lecturas que se han consolidado con el transcurrir de la temporada:
Que por encima hay equipos como Academia Grana, Guadalupe, Jumilla, San Miguel o Ranero que han demostrado más potencial, desde su regularidad hasta su contundencia en materia goleadora.
Que en un segundo grupo hay equipos a los que les falta esa mota de pólvora para mantenerle el pulso a los de arriba, y de éste grupo quiere dar el salto el conjunto de Campoy.
No es precisamente la faceta goleadora el gran déficit del equipo rojiblanco, porque con Fran Valera a la cabeza, y con un gran Miguel Espín secundando, el gol ha sido algo habitual, tanto en el Nicolás como afuera (54 goles a favor).
El déficit se sitúa en varios departamentos, desde lesiones importantes como la de Nico Bastida, Vicente Jiménez o el «Cañito» Antonio Sánchez, pasando por ausentismos obligados como los de Antonio Egea o José Vivo.
Y a todo eso súmele la cuota de errores propios, desde tácticos o conceptuales hasta actitudinales, como los que se pudo apreciar en la derrota ante UCAM Beniaján, cayendo reiteradamente en las provocaciones infantiles que sólo beneficiaron al local, por ejemplo.
Así, un partido de alta tensión, como a priori se imaginaba, se encauzó con un golazo, se mantuvo con seriedad y se diluyó en dos minutos fatales, el 39´y el 41´, donde la floja oposición le abrió las puertas al local para remontar, en el resultado y en la confianza.
El complemento, lejos de mejorar el pronóstico, lo ensombreció aún más, a raíz de los infantilismos antes mencionados, a los que se le agregó una falta de concentración grave, que desarmaron al equipo de Campoy todavía más que la pobre producción en la cancha.
A 10 jornadas del final, con treinta puntos en juego y a una decena del podio, pensar en una machada para auparse hasta la zona alta constituye casi un órdago.
La verdad, la única verdad, la tienen los jugadores, y son ellos los que tienen que hacer un ejercicio de introspección y decidir las metas para lo que resta de torneo. Treinta puntos por delante, soñar o vegetar, ustedes deciden muchachos.