El Bullense se amparó en la figura de su nuevo goleador para llevarse el clásico ante Caravaca. Tres goles que sellaron el partido y relanzaron a los de Mapeka para tomar el cielo por asalto.
Bang! Bang! Bang! Tres fogonazos liquidaron el clásico regional y sembraron de esperanza a los dirigidos por Mapeka, muy superiores a su rival de principio a fin.
La llegada de Pedri Villa al ataque rojiblanco no solo reforzó la faceta ofensiva, sino que mejoró a los productores de juego del equipo. Hallaron un faro, lo tomaron como referencia, y a partir de ahí crecieron todos.
¡Cuánto se ha pedido por un goleador y cuánto se ha padecido! Si bien es cierto que hombres como Enri Gómez, Belló, Justin o Quique Soriano fueron alternativas para esa función, cierto y evidente es que ninguno es de ese perfil, el de gatillo fácil, el de la sangre en el ojo.
Tanta era la necesidad que hubo que recurrir a la memoria para recordar la última victoria de semejante calibre.
Se la jugaban los rojiblancos en el clásico, recibiendo a un desconcertante Caravaca, que atraviesa un momento de incertidumbre en el torneo y buscaba dar la sorpresa en el Nicolás de las peñas.
Nada de eso sucedió. El Bullense entendió el pergamino de Caravaca y le bastó un ratito para desentramar sus planes, sobre todo con la irrupción de un endiablado Enri Gómez, pesadilla del ex-Bullense Juanfran en el costado zurdo, y la presentación a bombo y platillo de Pedri «Panchito» Villa, virtuoso pistolero que liquidó las bajas defensas caravaqueñas.
Era la pieza que le venía faltando al equipo de Mapeka, que parece haber dejado atrás las arenas movedizas de la temporada y empieza a pisar firme.
Se ha puesto de pie, el Bullense. Y no porque haya desfallecido en algún momento, sino porque recuperó el fuego sagrado que cultivó en pretemporada y que tanto impactó en la primera fase liguera. Para ello necesitó recomponerse muchas veces, otras le toco barajar de vuelta, y al final se ha reencontrado consigo mismo: El equipo difícil de lastimar y al que le basta un metro para liquidarte. Hay pergaminos futboleros que dictaminan esas dos directrices como obligatorias para tener un equipo ganador, y éste Bullense los tiene.
El fuego sagrado y rescatado dejó al Bullense a tiro de todo, algo impensado pocas semanas antes, cuando los punteros no decaían y la brecha de puntos se iba agrietando. Pero no hay inmortales en ésta Phillips Preferente. Sólo mortales y sus circunstancias.
No hay tregua ni respiro. Los muchachos de Mapeka han saboreado las mieles de su gran momento pero saben los desafíos que aguardan, sin ir más lejos, el choque de caudillos ante el ejército despiadado de La Unión.
Nos aguarda un extraordinario desafío. Estaremos preparados para desenfundar más rápido? ¡Fuego al cañón!