Hossana en el cielo! Hossana en las alturas! En el arco de Bullas tenemos nuestro santo propio. Se llama Ginés Guzmán, y te podés encomendar a su figura cuando te veas perdido, porque el tipo siempre aparece.
Te come la moral éste muchacho, Ginés Guzmán. Le podés tirar cien centros, al primer palo al segundo, afuera del área chica, no te regala ni una palmeada.
Ginés agarró ayer el papel del protagonista. Del héroe que acude a rescatarte en tus momentos de zozobra. Del héroe que detiene las balas con una mano, o que en el cara a cara no se achica y le pone el pecho a los tanques rivales.
¡Qué partido te mandáste Ginés!
Se sabe. Es ingrato y desmemoriado el puesto. Lo mismo te llaman «Héroe» en las buenas como te gritan «graduáte las gafas!» en las malas. El arco no guarda memoria. El examen se reinicia en el primer segundo tras una tremenda atajada. Así de visceral es éste puesto. No es de extrañar, entonces, que a los arqueros nos llamen «Locos». Se necesitan dosis de locura para gestionar el torrente de emociones que se desatan a lo largo de 90 minutos.
Ginés rompe con el estereotipo. Es un tipo sereno, cauto, y con la cabeza muy bien amueblada. La antítesis de la tesis? No lo tengo tan claro, porque de esa persona afable y mansa afuera de la cancha pasa a ser ese animal salvaje que flota en las alturas para imponer su presencia. Y pueden haber dos, cuatro, seis o diez tipos en el área chica, el tipo va y te descuelga los nubarrones. Basta con ver el tono de su voz adentro y afuera. Afuera? Un pibe calmo y sencillo. Adentro? Un animal que espanta goleadores.
Al gran Ricardo Zamora lo llamaban «El Divino». Ginés juega en la misma circunstancia. Quién sabe? Lo mismo hemos encontrado a nuestro ángel de la guarda sin saberlo. Hossana Ginés! Así en el cielo como en la tierra!
Toni Fontán