El Juvenil ya esta inmerso en las fiestas y hoy le ganaron con suma claridad al Rincón de la seca. Campoy se animó a juntar a los niños y éstos respondieron: 4-1. Se vienen tres localías seguidas. ¿Y si empezamos a creer?
¿Y cómo no vas a empezar a creer? Si tenés un arquero que te saca las papas del fuego. Tenés una defensa que, estando centrada en el rol de cada uno, es casi impenetrable. Un mediocampo lleno de niños que juegan con el desparpajo de los recreos de primaria. Unas bandas que te li-qui-dan, y unos delanteros en racha que no paran de hacer goles.
Tuvo cara de niño ésta victoria. Cara como la de Jiménez, recién sacado del horno cadete y con una clase que encandila. No hay más que ver cómo encaró, amagó y acostó al arquero, apenas comenzado el partido, para definir debajo del arco y estrenarse como goleador en la categoría (Desde éste espacio ya lo bautizamos «El Dibu Jiménez«).
Tuvo cara de niño como la de Egea, que con su adolescente efervescencia se anima a tomar las riendas de éste equipo y lo hace a lo guapo, cabeza arriba y siempre pensando la mejor opción. Una locura pensar que siendo eso, un niño, tenga esas tablas y esa calidad para asumir un rol tan relevante en el juego del equipo.
Cara de niño como la de Juan Antonio, que con su tranco lento abarca enormes parcelas en la cancha, releva, choca, gana por arriba y por abajo, e incluso se anima a atacar.
Claro, cuando tenés a éstos niños divirtiéndose el marcador tiene que mutar, y así lo volvió a hacer con la irrupción de Fran, al que recurrimos desde hace ya varias jornadas como la llave para destrabar cualquier defensa: Otro doblete para liquidar el partido y engrosar su tremenda media.
¿Cómo no vamos a creer? Si se vienen tres jornadas seguidas como locales (Plus Ultra, Pliego y Beniaján) que nos encuentran en un momento óptimo de confianza, con altos niveles de juego y futbolistas en estado de gracia.
Ya vuelan los barriletes, amanecen las fiestas, jornadas de alegría y diversión, es la hora de empezar a creer que en una de esas nos agarramos del fino hilo que cuelga del barrilete rojiblanco y nos vamos volando a los puestos altos de la tabla.
¿Y por qué no creer?
